lunes, 14 de diciembre de 2015

Es de noche, está oscuro y hace frío.
Miramos al cielo y no encontramos un punto estable. Se mueve, se mueve todo, pero nada se altera. Así que nos comemos nuestros vértigos antes de que ellos nos coman a nosotros, y vamos tropezando con todo, muertos de miedo. Agarramos nuestras manos y nos prometemos seguridad; engañándonos piadosamente.
Vamos a caer, vamos a lastimarnos los huesos, a provocarnos hematomas, a partirnos los dientes y gritar de dolor mientras miramos las estrellas, pero lo haremos juntos, como una especie de analgésico. Caeremos, caeremos en pozos profundos, precipitándonos hasta dar con hiedra y piedras húmedas que rasparán nuestra piel y descompondrán nuestras mentes hasta el punto de la insensatez. Sangraremos, sangrarán nuestras rodillas y nuestras fosas nasales. Y nos querremos, joder, aunque pueda acabar siendo terriblemente doloroso.
Me acaricia la cara; como tocando la guitarra
      -solo que esto,
  sólo suena en mi cabeza,
y es la puta melodía más bonita
    que podría escuchar
             jamás-
y me mira a los ojos y es entonces cuando entiendo que el vértigo no está en el cielo. No en las alturas, no en los pozos. No en las caídas o en las heridas. El vértigo me lo provocan ellos; sus ojos.
Y los míos, de una vez por todas, dejan de esconderse, y le muestran la tristeza, la belleza, el miedo a unas garras de las que no quiero escapar. Y mis ojeras se abren paso, asustadas, a una velocidad alarmante. Mis manos buscan el calor y el roce de una piel que frecuentan ya sin aprensión, empezando por el mentón, acariciando su barba y dejándose llevar. Mi nariz, se sume en su pelo, en su cuello, en sus huesos, sintiendo cobijo y formando un blindaje.
Y entonces llega el punto culminante, donde observo como se acentúan sus líneas faciales, como su cara adopta una expresión de bondad, se achinan sus ojos y sus bonitos labios dejan entrever sus dientes.
Y nos quedamos allí, pernoctando, entre árboles, niebla y estrellas que quieren ser contemplados.
Pero me extasío observándole a él. Y le tengo a mi lado.

jueves, 14 de mayo de 2015

fear block

Le doy una de tantas caladas, entre escalofríos, mientras nos miramos a los ojos.
El sonido de las gotas derramándose contra ese camino que hemos recorrido una y mil veces tranquiliza mi cerebro.
Nos permitimos unos momentos de silencio.
Respiramos, olemos a humedad, a frío, a casi invierno en nuestro interior.
Otra de esas noches en las que observamos como el tiempo escapa entre suspiros. Como se rompe entre nuestras manos, y sus fragmentos nos dejan ahí tirados, sangrando.
Otra noche en que nuestros huesos tiemblan, nuestros ojos gritan tristeza más de lo habitual, y nuestras bocas no son capaces de emitir sonido alguno.
Nuestras voces están desgarradas, y nosotros, muy cansados.
Pero algo nos impide dormir.
Nos sentimos cómodos por que no hay ni una sola luz cerca; nadie nos ve más allá de nosotros, el uno del otro.
Nuestras pestañas acarician la esencia que nos hace sentir. Que nos hace sentir vivos, o muertos, pero sentir algo, al fin y al cabo.
Desenredamos, por fin, las ideas y las palabras. Hacemos énfasis y compartimos nuestros pensamientos.
Estamos frente a frente, mano a mano, ante un océano de ignorancia, dolor, cenizas y culos de cerveza en las litronas.
Un océano que nos hace recordar vidas pasadas y realidades dolorosas sepultadas bajo enormes bloques de miedo a la realidad, a la nitidez.
Corrientes de LA VERDAD que nos sacuden, nos balancean y explotan entre nosotros.
Sólo somos marionetas bajo los brazos de un mundo que finge acogernos y hace de nosotros tal vez una historia de amor.
Sólo somos marionetas sobre la tierra de la que algún día seremos parte, tal vez juntos, o tal vez no.

jueves, 7 de mayo de 2015

Distancias cercanas

Creímos que nunca podríamos con ello. Que iba a doler infinitamente. Que no podríamos seguir con nuestras vidas, no podríamos cumplir nuestros sueños ni llegar a cumplir nuestras ambiciones. Nos equivocábamos, ¿sabes?
O tal vez no del todo.
Lo que llamábamos 'nuestras vidas' nunca volvieron a ser las mismas. A ver, sí, seguían siendo nuestras, pero tú te adueñaste de ellas durante mucho tiempo. Demasiado, incluso, diría. Nuestras vidas empezaron a basarse en pensar continuamente que te habíamos perdido, que ya no estabas y que no ibas a volver.
Que equivocados estábamos.
No vas a volver por que nunca te has ido. Por que sigues aquí. No en presencia, pero sí en esencia.
Estás aquí, aunque una enorme nube de dolor en forma de polvo no nos deje verte aún.
Sigues aquí en forma de sonrisa, cada vez que repentinamente aparecen las ganas de soltar una.
Sigues aquí en forma de insomnio, cuando por las noches estamos demasiado ocupados pensando como para dormir.
Sigues aquí en cada mirada de alguien que nos quiere, en cada suspiro por las mañanas, cuando salimos de casa y decimos 'otro día más, y sin ella'.
Sigues, cuando se nos mueve ese mechón de pelo rebelde y no es por la brisa.
Sigues con nosotros con cada libro que hace que terminemos con el corazón encogido, con cada canción que nos pone el vello de punta
Eres, aunque a veces no estés. Y estás, aunque a veces no seas. Como diría Loreto Sesma, vaya.
En el fondo, tanto como hace 18 meses, 567 días, seguimos pensando que nunca podremos con ello, que va a seguir doliendo infinitamente y que no podremos seguir con nuestras vidas. Pero a veces, en momentos como este, nos damos cuenta de que te tenemos más cerca que nunca. Y sonreímos.